Imagen: Facebook/lahuertabiblioteca
La ciudad de Bogotá como capital de Colombia tiene más de 9 millones de habitantes que se mueven constantemente entre vías de varios carriles y edificios de gran altura; sin embargo, en sus periferias todavía existe una zona rural que hace parte de la gran urbe, llamada Usme, y donde nace esta inspiradora historia que inició educando a niños y ahora integra a toda una comunidad. (Colombiana de 80 años se graduó con honores de universidad en Estados Unidos)
La localidad bogotana de Usme fue fundada en 1650, convirtiéndose en el centro de una zona rural dedicada a la agricultura, la cual provee parte importante de los alimentos de la capital. Más de 300 años después, se sigue conservando parte de este bello campo que encierra algunos barrios que se conectan por una de las autopistas más importantes de Bogotá. “En la calle 115 sur, se encuentra tres cuadras sin pavimentar que conforman el barrio La Huerta“, así lo explica una publicación hecha por Semana Rural y que da el inicio a la historia de la ‘Biblioteca viajera’. (Youtubers campesinas e indígenas de Colombia, ¡un ejemplo de reconciliación y paz!)
Precisamente unos de los fundadores de ese barrio ‘La Huerta’, es un agente de policía y un ama de casa, quienes son los padres de Yulith Andrea Martínez, una casa en medio de una zona rural que les daba la facilidad para sembrar papa, haba, maíz y arveja.
Varios años después en un espacio de 70 metros del primer piso de la vivienda, Yulith solicitó a sus padres crear una biblioteca, sueño que inició en el año 2014. “Yo me empecé a encariñar con la lectura —cuenta Yulith— luego de leer ‘Los amigos del hombre’, de Celso Román. Me lo pasaba con el libro bajo el brazo, leyéndoles a mi mamá y a mis amigos los fragmentos que más me gustaban”, afirmó al medio de comunicación. (Zotea: el restaurante comunitario en medio de la selva colombiana)
Por las calles sin pavimentar Yulith empezó a empujar una carretilla que se detenía en cada casa y donde contaba la misma historia: “Doña María, es que estoy montando una biblioteca, ¿usted no tendrá algún libro o un mueble que le sobre?”. De esta formo logró reunir enciclopedias de ciencia, diccionarios, libros de matemáticas, clásicos de literatura, cuentos infantiles. La siguiente tarea fue convencer a los niños de las veredas para que fueran a su biblioteca, teniendo gran éxito.
El proyecto de la biblioteca continúa actualmente, pero con un modelo distinto. Según Semana: “Decidió que en adelante llevaría los libros a las casas. Volvió a golpear las puertas del vecindario, esta vez para conseguir familias que se animaran a recibir a los niños. Diez familias fueron las primeras en aceptar la propuesta de acoger a los niños en sus hogares. La biblioteca, pues, se volvió itinerante”. Unos guacales donados por una empresa procesadora de piña se convirtieron en carritos de libros que visitaban las casas de Usme.
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