Petén es una población guatemalteca rodeada por naturaleza y con una importante cifra de biodiversidad. En esta zona se extiende la Reserva Biósfera, un área protegida que guarda a cientos de especies animales y vegetales de si extinción.
Aunque la población ha sufrido en diferentes ocasiones por las guerras civiles del país, y la deforestación, hoy es uno de los ejemplos más aplaudidos sobre los beneficios económicos que brinda la conservación de los recursos naturales. La clave de su éxito ha sido la vinculación de los ciudadanos y la intervención de una organización que protege los bosques.
Son 2,1 millones de hectáreas protegidas por la asociación de Comunidades Forestales de Petén (Acofop) desde 2001 Los habitantes de la región han logrado frenar la deforestación, controlar los incendios forestales, estabilizar la frontera agrícola y proteger el hogar de varias especies amenazadas a través de un modelo productivo rentable.
Andrew Davis, líder del Programa Regional de Investigación sobre Desarrollo y Medioambiente, explica que la creación de la reserva básicamente fue impuesta sobre las comunidades que ya vivían ahí y tenían una tradición forestal.
“Los límites fueron hechos desde un escritorio que desconocía las realidades locales, lo que generó una resistencia, que además se mezcló con una alta conflictividad y fragmentación social que dejó el final de la guerra”, aseguró para El Tiempo.
A Guatemala llegaron algunos líderes campesinos, ingenieros forestales, dirigentes de las entidades encargadas de la conservación de la selva y pequeños productores agrícolas de Brasil, Perú y Colombia para aprender sobre el manejo comunitario del bosque de la Reserva de la Biósfera Maya.
Durante el viaje, visitaron algunas organizaciones campesinas protegen más de 500.000 hectáreas de bosque nativo y generan beneficios económicos de $6 millones de dólares al año. Para Colombia, este modelo podría ser la salvación a uno de sus principales problemas ambientales, la deforestación.
Olmes Rodríguez es el presidente de la Asociación de Juntas de Acción Comunal del Capricho (Asocapricho), conformada por 120 familias que viven en siete veredas de San José del Guaviare. Esta asociación trabaja con el propósito de reconocer especies de árboles no maderables como fuentes de negocio sostenibles.
Además, se ha implementado un programa de monitoreo con drones para frenar la deforestación en el departamento que tienen el apoyo del programa Visión Amazonía del Banco de Desarrollo Mundial y los gobiernos de Noruega y Reino Unido.
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