Foto: Suministrada
Romper el estigma es el primer paso. Con atención oportuna, redes de apoyo y acompañamiento terapéutico, las personas mayores pueden superar la depresión y mejorar su calidad de vida.
La depresión en adultos mayores es una realidad silenciosa que afecta profundamente la salud física, emocional y social de quienes la padecen. Aunque muchas veces se asocia erróneamente con el envejecimiento natural, la depresión es una enfermedad mental tratable que requiere atención especializada.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca del 14 % de las personas mayores de 60 años enfrentan algún trastorno mental, siendo la depresión y la ansiedad los más frecuentes.
La depresión en la vejez no siempre se manifiesta como tristeza. Según la psicóloga Diana Carolina Rodríguez, directora de programas en Versania Cuidado y Vida, esta etapa presenta síntomas particulares como problemas de sueño, fatiga persistente, pérdida de peso y alteraciones en la memoria o concentración. Esto puede llevar a confusiones con enfermedades como la demencia, dificultando el diagnóstico oportuno.
Además, factores como enfermedades crónicas (cáncer, trastornos neurológicos, problemas cardiovasculares), aislamiento social y maltrato o negligencia aumentan el riesgo de desarrollar depresión en esta población vulnerable.
La soledad y la falta de interacción social son detonantes importantes. La psicóloga Rodríguez explica que el aislamiento reduce la autoestima, genera sentimientos de abandono y deteriora la salud mental. También destaca que el maltrato pasivo, como la negligencia o el desinterés en el cuidado del adulto mayor, puede ser tan perjudicial como la violencia directa.
La especialista asegura que la depresión no se supera “solo con fuerza de voluntad”. El tratamiento debe incluir una combinación de psicoterapia, medicación, actividades significativas y cuidado integral, adaptado a las necesidades de cada persona.
Entre las estrategias más efectivas se encuentran:
Fortalecer las redes de apoyo familiar y social.
Promover actividades recreativas, terapias físicas y ocupacionales.
Fomentar el ejercicio físico adaptado.
Acompañar al adulto mayor en sus citas y rutinas diarias.
Detectar los síntomas tempranamente y buscar ayuda profesional.
En muchos casos, los adultos mayores han perdido a sus parejas, amigos o hermanos, lo que limita sus vínculos afectivos. Por ello, el rol de la familia se vuelve fundamental. Participar en pasatiempos, brindar compañía, ofrecer escucha activa y motivar la interacción social puede marcar la diferencia entre el deterioro emocional y la recuperación.
“Una red de apoyo sólida protege contra múltiples enfermedades, especialmente las que afectan el estado de ánimo”, resalta la psicóloga Rodríguez.
La depresión en la vejez no es una consecuencia inevitable de envejecer. Con una atención empática, personalizada y basada en el acompañamiento emocional, es posible mejorar significativamente la calidad de vida de las personas mayores y romper con el estigma que rodea la salud mental.
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