Foto: Suministrada
Cada 90 minutos una persona es diagnosticada con Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) en el mundo. Esta enfermedad neurodegenerativa, que afecta progresivamente las neuronas motoras, suele avanzar de manera silenciosa y, en muchos casos, su diagnóstico puede tardar hasta un año, mientras los síntomas se confunden con señales de envejecimiento o estrés.
Especialistas hacen un llamado urgente a la detección temprana, al acompañamiento sostenido y a garantizar una atención humanizada que preserve la dignidad de quienes enfrentan este diagnóstico.
La ELA compromete las neuronas que controlan los movimientos voluntarios del cuerpo. Esto genera debilidad muscular, pérdida de movilidad, dificultad para hablar y respirar. No obstante, las funciones cognitivas permanecen intactas, lo que hace aún más importante ofrecer apoyo emocional y social continuo.
La Dra. Juany Álvarez, Subgerente Médica del HUB Norte de Zentria, señala que síntomas como no poder abotonarse una camisa o abrir una puerta pueden ser señales tempranas, pero suelen ser subestimados. “Detectarlos a tiempo puede cambiar drásticamente el curso de la enfermedad”, afirma.
Reconocer las señales tempranas es clave. Algunos de los síntomas iniciales incluyen:
Dificultades para caminar o escribir
Debilidad muscular o pérdida de masa
Espasmos o fasciculaciones
Rigidez en las extremidades
Lentitud en el habla
Una evaluación neurológica oportuna, junto con pruebas como la electromiografía (EMG), son esenciales para llegar al diagnóstico y descartar otras afecciones.
Aunque aún no existe cura para la ELA, medicamentos como Riluzol, Edaravona y Tofersen han mostrado beneficios para ralentizar el progreso de la enfermedad. Además, la participación de equipos multidisciplinarios, con fisioterapeutas, psicólogos, fonoaudiólogos y nutricionistas, mejora significativamente la calidad de vida de los pacientes.
El Dr. Adolfo Castro, neurólogo clínico, subraya: “No se trata solo de vivir más, sino de vivir mejor, con dignidad, autonomía y sentido”.
Uno de los mitos más comunes es pensar que la ELA afecta la mente, cuando en realidad impacta el sistema motor. También es un error creer que mantener una actitud positiva basta para afrontarla; lo esencial es contar con cuidados especializados, acceso a terapias y soporte continuo.
Conservar la independencia mediante ayudas técnicas y adaptación del entorno
Mantener una buena nutrición, con seguimiento profesional
Ejercicios físicos y respiratorios, recomendados por fisioterapeutas
Priorizar tareas diarias, realizando pausas para evitar el agotamiento
Cuidar la salud emocional del paciente y su familia
Cada acción dirigida a mejorar la calidad de vida de quienes conviven con ELA suma. La atención oportuna, el cuidado integral y el respeto a la autonomía del paciente son fundamentales para enfrentar esta enfermedad de forma digna y compasiva.
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