Localizado a 10 kilómetros de Villa de Leyva, Boyacá, el viñedo Ain Karim es considerado el mejor de su departamento y uno de los mejores de Colombia. Hace 34 años, cuando el empresario Pablo Toro decidió fundarlo, era impensado que un cultivo de uvas como este pudiera prosperar en la zona, dadas las condiciones climáticas.
A pesar de los obstáculos, la pasión de Pablo por los vinos y la agricultura lo llevó a inaugurar el viñedo y hoy es un negocio próspero. Cabe mencionar que el hombre de negocios estudió Ingeniería Agrícola y Mecánica en Nueva York y siempre ha estado involucrado en grandes empresas y compañías pioneras en nuestro país. (¡Verdadero influencer!: campesino de Jenesano Boyacá)
En noviembre de 1987 comenzó su aventura con los vinos. Para empezar, Toro consiguió la maquinaria en Europa y trajo injertos de uvas tintas (cabernet Sauvignon) y uvas de piel verdosa propia de la región francesa de Burdeos (sauvignon blanc). Sin embargo, los primeros meses no fueron los mejores para su cultivo.
Las condiciones climáticas, las plagas y un error que cometió dificultaron su comienzo. Las plantas no se habían sembrado correctamente. (Descubren nueva especie de frailejón en Boyacá)
Al encontrarse sólo y no tener de referencia otros viñedos cercanos, Pablo Toro decidió buscar soluciones fuera de Colombia:
“Mi padre, entonces, fue a hablar con Robert Mondavi, uno de los más grandes productores de vinos en California y le mostró un par de fotos del viñedo. Él, enseguida, le dijo que las plantas estaban mal sembradas”, recuerda Pedro, uno de sus hijos, citado en la Revista Diners.
Tras caerse y volverse a levantar, el negocio fue creciendo poco a poco hasta lograr crear un vino fino del trópico, el cual decidió bautizar como Márquez de Boyacá. (Cuatro parques naturales para enamorarse de Boyacá)
“Luego de la siembra, el proceso de producción tampoco fue sencillo y también se trató de un aprendizaje para mi padre. Fue ensayo y error a lo largo de los años”, dijo el hijo. Además, el proceso para envasar y saborizar no era sencillo y requería un trabajo extra.
En el año 2008 falleció el creador del viñedo, razón por la que tuvieron que buscar alguien que tomara las riendas del lugar. Su hijo Pedro era el más indicado, pues contaba con experiencia en la industria de alimentos. (Colombia tiene por primera vez uno de los mejores vinos del mundo)
“Con la junta directiva tomamos la decisión de llevar a la empresa al punto de equilibrio y convertir el hobby de mi padre en un negocio”, afirmó Pedro.
A partir de entonces, expertos del extranjero han llegado hasta el viñedo para certificar sus productos, se han realizado inversiones y se abrieron las puertas al turismo. La idea principal es mantener el legado de su padre, quien siempre soñó con que los colombianos pudieran conocer más sobre la cultura del vino y tener la posibilidad de visitar uno tal y como si estuvieran en California.
Para los interesados en visitar el sitio, pueden encontrar un salón de eventos, cocina profesional y avanzada tecnología:
“Hacemos catas dirigidas, matrimonios y eventos empresariales. Será un sitio que nadie más podrá replicar aquí, porque tiene la vista a un viñedo inigualable”, dice el nuevo director.
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