El municipio de Barichara en el departamento de Santander, fue declarado patrimonio cultural del país mediante decreto 1654 de 1978. Más de cuarenta años después, sus gobernadores y habitantes, han hecho homenaje a este título manteniendo su magia, razón por la que para muchos expertos y turistas es considerado el pueblo más bonito de Colombia. (Ibagué hace una jornada para hidratar la vegetación afectada por la ola de calor)
Por donde camines encontrarás calles construidas con medianas y grandes piedras irregulares que logran llevarte a la época de la colonia y por decreto siempre se deben mantener así. Recorrer estas pequeñas avenidas en la noche es otro espectáculo visual, porque lograrás observar los bellos balcones y las largas puertas de madera de sus hermosas casas. Por la hora no te preocupes, es un sitio demasiado seguro y que goza de una temperatura promedio de 22 grados centígrados que hace más ameno el recorrido. (La cartilla que explicará los usos de doce plantas tradicionales amazónicas)
Esta es una técnica ancestral que todavía se conserva y que es amigable con el medio ambiente. Los muros de las casas que son superiores a los 50 centímetros de grosor y se hacen con barro, el cual es prensado con pisones de madera y hasta con los pies de los obreros, tienen el atributo de desplazar el calor del sol desde el exterior al interior. En otras palabras, durante el día se mantiene la casa con un ambiente de frescura interna mientras se absorbe el calor que en horas de la noche se desplaza por el muro hacia dentro y genera un vivienda cálida. Por eso, no se necesitan aires acondicionados para que estos hogares sean frescos y habitables.
Este es otro de los atractivos que lo hace un lugar encantador, porque desde el momento que llega un visitante puede sentir un ambiente tranquilo y amable, el cual se debe a sus pacíficos pobladores que siempre están atentos y dispuestos a recibir y orientar a quien desee conocer su población.
Es ideal para hacer una pausa en la vida y tomar un respiro, por algo los indígenas Guane llamaban a este sitio el “lugar para el descanso”.
La magia de este lugar no solo está en sus calles y casas, también en sus artesanías, las cuales han pasado su técnica de generación en generación gracias al Taller de Oficios, un lugar donde los pobladores aprenden a trabajar cerámicas y tejidos de fibra, pero sin duda, la labor más ancestral es la talla en piedra, que caracteriza la actividad económica de la región.
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