El oso andino (también conocido como oso de anteojos) es una de las especies animales que más se encuentra en peligro de extinción. La pérdida de su hábitat natural hace que cada vez se reduzca más.
En los últimos años, Parques Nacionales Naturales de Colombia y la fundación WCS Colombia, han venido trabajando en la preservación de este mamífero, cuidando y protegiendo las reservas en donde comúnmente habita.
Como una forma de seguir trabajando en su protección, se creó el programa ‘Conservamos la vida’, la cual se focaliza principalmente en los departamentos de Valle del Cauca, Cauca, Risaralda y Chocó.
Debido a la efectividad que tiene esta iniciativa para proteger al oso andino, logrando que diferentes familias campesinas ubicadas entre los Parques Tatamá, Farallones de Cali y Munchique se comprometieran con su cuidado de esta especie, fue seleccionada como una de las cinco finalistas al premio P3 Impact.
Dicho galardón es realizado todos los años por la organización Concordia, apoyada por la Universidad de Virginia y la oficina de los Estados Unidos para las Alianzas Globales.
“El hecho de que Conservamos la Vida haya quedado situado entre los cinco finalistas mundiales del P3 Impact, evidencia que cuando tenemos la capacidad de unir visiones y esfuerzos, es posible alcanzar grandes logros en beneficio del medio ambiente y de las comunidades. Este reconocimiento se convierte en una razón muy relevante para buscar más alianzas y cooperación a favor de la conservación ambiental a escala de país”, afirmó María Camila Villegas, directora de Conservación de la Fundación Grupo Argos, una de las entidades promotoras de este proyecto, en entrevista con el portal Semana Sostenible.
Pese a que esta iniciativa no se viene implementando desde muchos años atrás, si se han visto grandes resultados desde su implementación en los departamentos nombrados anteriormente.
En total, se han logrado 58 acuerdos con las familias campesinas, lo cual ha permitido que 1.567 hectáreas de bosque sea protegido, todo esto dentro de un rango de 10 mil kilómetros cuadrados, los cuales fueron decretados como área con prioridad.
“Hemos podido enseñarles a las personas cómo es el comportamiento del oso andino y que este ya no sea visto como una amenaza, sino como una oportunidad de progreso. Esto lo hacemos con jornadas de educación ambiental para explicar que si el hábitat del oso es deforestado, también es posible que él llegue a sus terrenos a buscar alimento o a hacer sus recorridos naturales”, finalizó María Camila Villegas durante esta entrevista.
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