Imagen: Alcaldía Municipal de Zipaquirá
Se trata de un sistema para la obtención de gas metano, mediante un proceso de fermentación anaerobia, es decir, en ausencia del aire, del estiércol procedente de vacas. La Alcaldía de Zipaquirá inició este proyecto con el propósito de contrarrestar los efectos del cambio climático.
Mediante una convocatoria pública, la Alcaldía seleccionó a 10 familias para este proyecto. Entre los requisitos estaban ser hogares dedicados a la ganadería, habitar en zona rural y no contar con el servicio de gas natural. Además, debían comprometerse a mantener el biodigestor que les fue donado.
Según Luz Ángela González, secretaria de Desarrollo Rural y Ambiente, se instalaron diez biodigestores, por un monto de 70 millones en total.
Es un combustible que se genera a partir de la fermentación o biodegradación de la materia orgánica. Se obtiene colocando los desechos orgánicos en un biodigestor especial, que encapsula los gases de metano, para que posteriormente pueda ser usado como gas en el hogar e incluso la industria.
Los usos más comunes en los que actualmente se emplea son: iluminación, refrigeración, generación de calor, combustible para máquinas agrícolas y para generar energía eléctrica. En cuanto a los materiales ideales para producir biogás, los más adecuados son:
El biodigestor, se insertó en un hueco de cuatro metros de largo por dos de ancho y 1,20 de profundidad. Este dispositivo es similar a una bolsa de gran tamaño y material muy resistente que tiene en un costado una entrada, por la que se debe alimentar constantemente de estiércol de vaca.
En la parte final, tiene una pequeña salida, que da a un pozo, a donde se arroja el residuo de la biodigestión. Este líquido, conocido como biol, en realidad es una preparación rica en nutrientes para los cultivos, que luego es reutilizada por las mismas familias.
Esta bolsa está conectada una manguera que lleva el gas natural directamente a las cocinas de las familias seleccionadas, quienes deben alimentan el biodigestor con los desechos de sus vacas de forma constante.
Los zipaquireños beneficiados deben montarse constantemente sobre la bolsa gigante para batirla y así facilitar la descomposición del estiércol.
Las 10 familias han recibido asesoría técnica para que estos biodigestores operen con normalidad. La Secretaría de Desarrollo Rural evalúa el impacto del proyecto piloto para revisar si se puede desarrollar una segunda fase. Entre tanto, en las veredas, los campesinos reconocen el impacto positivo de los biodigestores.
Leonilde Barrera, es una de las campesinas beneficiadas y asegura que este proyecto tiene un impacto positivo, “Esto va a ser una facilidad muy grande para uno, porque nosotros tenemos que ir todos los días a la montaña a buscar leña; toca cortarla y arreglarla. Luego, si llueve o hay mucha humedad, eso produce mucho humo y le hace daño a uno”.
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