Imagen: Twitter @analisisunal
Como en Colombia no existen protocolos claros sobre el proceso de diagnóstico temprano e inmediato para tratar el cáncer de tiroides en niños, los profesionales de la salud tardan hasta ocho meses entre la identificación de los síntomas y la cirugía.
En el país no se tiene un registro estadístico de esta patología ni un plan estandarizado y detallado para enfrentarla, lo que hace que en la mayoría de los casos se diagnostique erróneamente afectando directamente a los pacientes, ya que cuando se identifica el cáncer, este ya ha hecho metástasis. (“Dios me hizo el milagro”: Diva Jessurum superó el cáncer y contó su largo camino)
La doctora Paula Camila Castro, especialista en Cirugía Pediátrica de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá, señala que “aunque la incidencia mundial reportada del cáncer de tiroides en niños es menor del 2 %, en los últimos 40 años se ha identificado un incremento de 2,4 veces”.
Así mismo se refiere a los obstáculos para avanzar en el tema: “existen limitaciones en el acceso a servicios de salud y también particularidades socioeconómicas a las que se enfrenta la mayor parte de la población, situación que afecta y condiciona el retraso del diagnóstico de cualquier enfermedad, pero con mayores implicaciones en los casos oncológicos”. (Llegó a Colombia un microscopio que ayuda a combatir el cáncer de colon)
Sobre lo anterior, afirma que uno de los principales motivos de consulta de los pacientes es un nódulo palpable en el centro del cuello, que es donde queda la tiroides.
Sin embargo, muchas veces el diagnóstico no se orienta de manera correcta y los niños empiezan a pasar por distintas especialidades de la medicina para practicarles diferentes exámenes. “Uno de cada cuatro niños con nódulo tiroideo tiene cáncer de tiroides”.
Para llegar a un consenso científico y generar una guía avalada por un grupo multidisciplinario fue necesario plantear “tres preguntas siguiendo la estrategia PICO, instrumento que busca un diagnóstico mediante la definición de procedimientos y operaciones”.
De este proceso se tuvieron en cuenta los desenlaces críticos a considerar en el momento de la toma de decisiones clínicas. Todos los integrantes del grupo desarrollador validaron las preguntas.
Teniendo en cuenta lo anterior, la doctora Castro plantea la elaboración de recomendaciones utilizando la metodología GRADE (Grading of Recommendations Assessment, Development and Evaluation), la cual provee un procedimiento tanto para valorar la certeza de la evidencia como para formular recomendaciones que ayuden en la toma de decisiones en salud.
El protocolo prioriza procedimientos claves como la evaluación del nódulo tiroideo, que considera muy especialmente las características ecográficas como calcificaciones internas y adenopatías cervicales, ya que estas se asocian con malignidad.
Por otro lado, la investigación considera que aún no hay evidencia suficiente para recomendar el uso de las rutinas de escalas como ACR-TIRADS y ATA en la evaluación de nódulos tiroideos en niños, y sí recomienda el estudio de aspiración con aguja fina (ACAF) guiado por ecografía para evaluar la presencia de malignidad en los nódulos tiroideos con características clínicas o ecográficas sospechosas.
Además, sustenta que en población pediátrica no hay evidencia suficiente para realizar la rutina de elastografía, o estudios moleculares en nódulos tiroideos Bethesda III-IV, y en cambio sí acredita la evaluación por ultrasonografía del cuello central y lateral para valorar el compromiso ganglionar en nódulos tiroideos Bethesda V-VI, nivel de evidencia III Grado de recomendación B.
También considera la probable presencia de predictores de metástasis ganglionar, como multifocalidad y extensión extratiroidea mínima y masiva mediante ultrasonografía en pacientes con nódulos tiroideos Bethesda V-VI.
En cuanto al balance riesgo-beneficio del diagnóstico, el documento refiere que “dada la incidencia, el impacto de enfermedad en el compartimiento central y el balance riesgo-beneficio, se recomienda explorar el compartimiento ganglionar central con monitorización de nervio vago en todos los pacientes con nódulos tiroideos Bethesda V-VI”.
En agosto del presente año el protocolo se presentó en la Fundación Hospital Pediátrico la Misericordia (HOMI).
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