¡De no creer! Estos colores no existen y aun así los podemos ver, según la ciencia
Los colores que el cerebro inventa: descubriendo las tonalidades que no existen.
El mundo que percibimos a través de los colores es fascinante, pero ¿sabías que algunos de los tonos que vemos realmente no existen en la naturaleza? Según la ciencia, colores como el rosa y el magenta no tienen una longitud de onda específica en el espectro visible, lo que significa que son interpretaciones de nuestro cerebro, más que una realidad física.
Los seres humanos somos capaces de detectar la luz en un rango muy limitado dentro del espectro electromagnético, conocido como el espectro visible. Este abarca longitudes de onda de entre 380 y 750 nanómetros aproximadamente, lo que nos permite ver colores como el rojo, verde y azul. Sin embargo, colores como el rosa y el magenta no se encuentran en este espectro.
El magenta es un color peculiar porque no tiene una longitud de onda que lo represente. En lugar de eso, surge de la forma en que nuestro cerebro mezcla las señales que recibe de los conos en nuestros ojos. Cuando estos conos, que están especializados en detectar los tonos rojos, verdes y azules, reciben estímulos combinados, nuestro cerebro genera una sensación de color que no corresponde a una longitud de onda específica.
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El rosa, por otro lado, también es una creación del cerebro. Aunque nuestros ojos pueden detectar el rojo y el azul, el rosa no se forma a partir de una longitud de onda independiente, sino que es el resultado de la combinación de los extremos del espectro visible, lo que crea una ilusión óptica.
Estos descubrimientos científicos abren un debate sobre cómo percibimos el mundo y qué tan real es nuestra interpretación de los colores. Aunque estos tonos son comunes en nuestra vida diaria, la realidad es que no existen tal y como los percibimos, siendo más bien una construcción del cerebro para llenar los vacíos en el espectro de luz visible.
En última instancia, el análisis de estos fenómenos nos invita a cuestionar cómo percibimos el mundo y si lo que vemos es realmente una representación fiel de la realidad, o si, por el contrario, nuestro cerebro juega un papel más activo en la creación de lo que consideramos como “realidad”.